GUERRA Y EMPUJÓN “VERDE” A LAS ENERGÍAS FÓSILES EN LA UNIÓN EUROPEA
El 2 de febrero de este año fuimos testigos del empujon en la espalda que tuvieron el gas y las energías nucleares, como parte de la nueva estrategia europea sobre la Taxonomía de las llamadas “Actividades Sostenibles” para una transición ecológica en el viejo continente.
Ante la escalada de precios en pleno invierno, y el esquema de bolsa impuesto en el mercado energético continental se quiso difundir el discurso de que estas dos fuentes de energía ayudarían a reducir la estructura de costes asociados en la matriz energética, los altibajos en los canales tradicionales de energía y las tensiones promovidas en el este de Europa.
Con esta decisión se considerarían “energías verdes” las fuentes nucleares con permiso de construcción anteriores a 2045 certificando sus residuos radioactivos. Por otra parte, las centrales combinadas de gas deben emitir menos de 270 kg de CO2 por KW/h y haber recibido permiso de construcción anterior a 2030. Todas ellas con subvenciones y privilegios fiscales destinados a la promoción de las fuentes renovables.
Todo esto se presentaba ante el rechazo al informe de los distintos comités de expertas, los partidos políticos alternativos en la comisión europea, las demandas de las organizaciones ecologistas y las empresas de energías renovables; pero estalló el conflicto en Ucrania y tiro polvo sobre todos los informativos y agendas internacionales.
El 22 de febrero Alemania suspende la certificación del gasoducto ruso “Nord Stream 2” tras la escalada de tensiones promovidas por la OTAN en Ucrania y el reconocimiento de Moscú de las regiones del Donetsk y Lugansk como républicas populares, estallando en el conflicto militar el 24 de febrero con la operación militar desatada sobre la frontera rusa-ucraniana.
Un mes después del inicio de la guerra, el presidente de EEUU Joe Biden, visita Bruselas y promete la provisión de 15mil millones de metros cúbicos de gas “americano” licuado (gaseoso-liquido-gaseoso) más costoso y logísticamente complejo de transportar, frente a los 55mil millones de metros cúbicos que puede transportar el gasoducto NS2; donde la UE importa anualmente 155mil millones de metros cúbicos de gas, principalmente desde Rusia.
Esta nueva agenda internacional repercute directamente e indirectamente en las facturas eléctricas y de servicios de las trabajadoras, familias, pequeñas y medianas empresas, que ven sus costes de producción al alza día tras día, con una inflación record de 6% en la eurozona y de casi 10% en España; lo que complica aún más una recuperación económica sostenida tras los largos y duros meses de parón y arranque provocada por la pandemia del COVID19.
En todo este tablero geopolítico y energético global, la estrategia del lobby energético parece ser más que evidente; desestabilizar el este de Europa y cerrar acuerdos entre los bloques económicos y los países productores occidentales para multiplicar sus beneficios, desordenando la agenda climática internacional y matizando los discursos mediáticos con el compromiso de que EEUU y la UE a cumplir los objetivos del Acuerdo de París, través de una transición de energías limpias y renovables, garantizando su eficiencia energética regional.
Estas estrategias, políticas y tecnologías contribuirán a que la UE sea independiente de los combustibles fósiles rusos. El nuevo “gas natural verde” aún tiene que ser ratificado antes del 1 de enero de 2023, por lo que merecerá la movilización social, como alternativa al sistema energético de la UE y principal barrera para una transición ecológica, en la cada vez más complicada reducción de gases de efecto invernadero antes de 2030.
Por: Manuel Suárez Rangel* Sociólogo, analista en temas socioambientales y de cooperación internacional.