
El Norte-Global exige el fin de las energías fósiles… y mientras!
Las relaciones comerciales de las economías-mundo se definen a partir del lugar que ocupan las mercancías en la cadena de producción, o en el lugar geográfico de su tránsito (Braduel, 1984).
Por. Manuel Suárez Rangel.
Las deudas ecológicas entre el Norte y el Sur no desaparecen a medida que el mundo se inter-conecta digitalmente, pero si se globalizan que las consecuencias y efectos globales de los “procesos productivos” son cada día más evidentes, como la degeneración de la capa de ozono, el aumento de la temperatura de los mares, las sequías e inundaciones, el efecto invernaderos por la quema de los combustibles fósiles, la extinción de especies, la contaminación por polen transgénico, el incremento del cáncer en humanos y las hambrunas en zonas de tradición agrícola y pecuaria, entre muchos otros fenómenos socio-ambientales.
Estos procesos económicos contienen la teoría social que se construyó bajo la influencia de la revolución industrial y los análisis de la economía política, en el seno de las sociedades industriales y periféricas desde el siglo XVII hasta el presente. Con esta idea es que Joan Martínez Alier (2009a) adjudica a la economía, muchas de las protestas y luchas sociales que generan ciertos proyectos de inversión y “desarrollo”, como amenazas de la base material y ecológica de dichas poblaciones, aunado a las críticas en las asambleas generales y cumbres internacionales sobre la alimentación, clima o para el desarrollo de «agendas globales».
Los bloques económicos tradicionales (NAFTA, UE, OCDE, ASEAN) y los emergentes BRICS, se interconectan para engranar las nuevas fuentes de materias primas, las manufacturas baratas, los mercados competitivos y el discurso de la globalización para las naciones que asumen las premisas del crecimiento económico universal; pero la globalización es el fin de las fronteras que definen otros, ahora menos por su alteralidad que por su subalternalidad, desarrollando infraestructura de calidad en sus países, apropiandose de las materias primas necesarias para una «transición verde» y exigiendo un nuevo acuerdo global sostenible.
A 2023, los equipos negociadores de la COP28 en Dubaí se proponen el gran objetivo de poner fin a los combustibles fósiles queda recogido en el texto, pero nuevamente con una redacción confusa que no establece con la claridad necesaria un fin de los combustibles fósiles diferenciado y alineado con las indicaciones científicas.
Pero estas desigualdades de poder en las relaciones Norte-Sur, obligan a interrogar sobre las responsabilidades y los discursos de la citada “desmaterialización” que venía calando en algunos voceros gubernamentales del Norte (Martínez , puesto que bajo la lupa de la economía ecológica, América Latina seguía exportando más materias primas, y los grandes bloques económicos las seguían necesitando:
Al hacer los cálculos de flujos de materiales, se observa que América Latina está exportando 6 veces
más toneladas que las que importa (minerales, petróleo, carbón, harina de pescado, soja…),
mientras la Unión Europea funciona al revés, importan 4 veces más toneladas que exportamos.
Eso lleva a la idea de que existe un comercio ecológicamente desigual.
La misma desigualdad observamos en las emisiones de dióxido de carbono,
causa principal del cambio climático.
Un ciudadano de EEUU emite 15 veces más en promedio que uno de la India.
Tras la COP28 el discurso dominante en los telediarios europeos era la retórica de los países exportadores de crudo a la negativa de parar la extracción de combustibles fósiles, argumentando la pobreza en sus regiones, no es haber hallado la fórmula para “desarrollar” las fuerzas productivas de los países latinoamericanos, además, han comenzado a mercantilizar los llamados “servicios ambientales” y a criminalizar a los grupos ecologistas por oponerse al “progreso”, y a los beneficios de las “ventajas comparativas” que tenemos en el subsuelo, como antesala a la nueva economía verde, dentro de los replanteamientos del capitalismo global.
El productivismo es otra de las lógicas que el capitalismo sostiene como vía expedita para el desarrollo y el crecimiento económico, aunque esta lógica se inscriba en países de revoluciones y tradiciones socialistas como la URSS y hoy en día la China, evidenciado por su nuevo modelo de producción asiático y el “milagro asiático” que la ubica como tercera economía mundial y la primera más contaminante3 , pisándole los talones a la segunda (la estadounidense), sin considerar la degradación ambiental de sus ecosistemas y comprando deuda ecológica y acciones en empresas mineras y petroleras en Latinoamérica, de cara a garantizar sus niveles de productividad y competencia en los otros mercados internacionales.